viernes, 20 de noviembre de 2009

LO QUE PENSAMOS Y LO QUE OTROS PIENSAN

LO QUE PIENSO, ¿ES LO MISMO QUE PIENSAN LOS DEMÁS?...

Por Alejandra Bonilla Castelán. Universidad IVES, "Instituto Veracruzano de Educación Superior", Xalapa, Ver., México.
Frida Kalo, foto de Alevinsix en Flickr.

En el capitulo 5 del libro "Los problemas de la filosofía de Bertrand Russell" se nos platea un tema de gran interés acerca del conocimiento directo y el conocimiento por referencia; al principio, en la lectura, Russell nos dice que hay dos clases de conocimiento -los ya mencionados-, uno de ellos es el conocimiento de cosas, es decir, el conocimiento Directo. Con él, nuestros sentidos operan como receptores por medio de los cuales captamos la realidad. Podemos asegurar que, con ellos, podemos entonces, empíricamente hablando, conocerlo todo.
Porque nos hacen conocer verdades sobre lo que nos rodea y, para mí, esa es la mejor verdad: la de que nosotros efectivamente percibimos lo real, porque aunque no todos veamos las cosas de la misma forma y, dentro de esto, puede ser que yo perciba un olor a flores y otra persona perciba éso como aroma de perfume -lo cual es información que los datos de los sentidos nos proporcionan, que en mí o en otro se constituye como una apariencia-; pienso que cada quien construye su verdad a partir de lo percibido.
Por la experiencia sólo conocemos lo que se presente a nuestros sentidos en el momento actual; ésto me quedó muy grabado, pues coincide mucho con lo que pienso, ya que a la realidad cada quien la interpreta como quiere, porque todos somos diferentes y esta es una actitud peculiar que nos hace ser únicos. Es más, me gusta cómo lo plantea el autor, pues asegura que cada quien percibe las mismas cosas pero con criterios propios que pueden producir diferentes ideas. Al igual que las cosas que poseen formas y características esencialmente diferentes, así somos los humanos: diferentes.
Otra parte que llama particularmente mi atención es lo que se menciona sobre la introspección, pues como estudiante de psicología considero importante conocernos para poder conocer a los demás. Hay algo muy cierto en lo que menciona el autor: no hay que dudar de nuestra existencia propia y única, sino que hay que conocernos, identificarnos con nosotros mismos, conocer nuestro “yo”, o sea, conocer nuestros propios pensamientos e ideales, sentimientos, deseos etc. (le llama autoconsciencia).
El otro tipo de conocimiento es el adquirido por referencia. Nos dice que un objeto es «conocido por referencia» cuando sabemos qué es. El conocimiento por referencia es el que nos hace capaces de ir más allá de los límites de nuestra propia experiencia, y no nos deja como el directo, con solamente nuestra percepción básica, en cambio, podemos llegar a tener un conocimiento incluso de cosas que no hemos experimentado jamás, ésto es, como tener una entre varias opciones para distinguir el objeto, tomando en cuenta los puntos de vista propios y de las demás personas acerca del mismo. Este tipo de conocimiento es un poco más complejo, pues requiere la consideración de diferentes enfoques, mas esto no quiere decir que cambiemos definitivamente nuestro punto de vista personal, si no que hay que tomar en cuenta y ser concientes de que no todos pensamos igual y no todos captamos las mismas cosas, partiendo de que todos tenemos diferentes personalidades.
Al final de la lectura llamó mi atención lo siguiente: una gran parte de nuestro conocimiento permanece misteriosa y, por lo tanto, inciertamente aparte de nuestra consciencia. Considero que lo único cierto es que las cosas conocidas ya han sido comprobadas, por ejemplo, algo científico, algún suceso que sea verificable; pero lo que no posee este carácter científico queda en la incertidumbre. Este tema interesante me hace ver la relación entre la psicología y la filosofía, las cuales están estrechamente vinculadas. En todo esto es importante saber y tomar en cuenta que la verdad varía de persona a persona, aunque mis ideas y pensamientos sean en su mayoría los mismos que los de mis compañeros o que los de la sociedad.
Sin embargo, debo estar consciente de que no todo es tal como lo pienso, sino que debo aceptar, también, que los demás podrían tener una diferente verdad. Así, cuando pienso que para mí puede ser cierto algo que para otra persona no, de algo sí estoy totalmente segura, que todo depende de cómo nuestros sentidos perciban la realidad y qué tan aptos seamos para juzgarla nosotros mismos.
Agrego, por último, que muy pocas personas estamos concientes del valor de la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el oído, sentidos que sirven de camino inicial para llegar a conocer las verdades acerca del mundo.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

LA SEGUNDA MEDITACION DE DESCARTES

O LO QUE NI EL MÁS PODEROSO DE LOS DIOSES PUEDE DISUADIR


Robledo Catalina María de Lourdes. Universidad IVES, Instituto Veracruzano de Educación Superior, Xalapa, Ver., México.
Foto de Rickydavid en Flickr.

En su segunda meditación Descartes no se refiere a la existencia como algo corporal si no como un pensamiento y alma. Descartes únicamente está seguro de que existe como un ser pensante ya que ni el más poderoso de los dioses, podría lograr desanimarlo de que tiene pensamiento.
En la primera meditación ya había dudado de las cosas, decía que no había una sola de la cual no pudiera dudar. Asume también que no hay nada cierto en el mundo, pero duda de esta afirmación ya que piensa que si no existe nada en el mundo, ni cielo, ni tierra, ni mente, ni cuerpo, implica también que él tampoco existe; pero realmente encuentra que de lo que está convencido es de su propia existencia.
Él piensa que todo lo que ve es falso y todo lo que existe en su memoria no ha existido jamás; piensa que si no tiene ni sentidos, ni cuerpo, ni figura, ni extensión, ni movimiento, entonces todo esto no son más que fantasías de su espíritu. Y se pregunta entonces ¿Qué podré tener de verdadero? ¿No habrá un dios o algún otro poder que me ponga estos pensamientos en el espíritu? No es necesario; tal ves soy capaz de producirlos yo mismo. Y yo mismo, ¿soy algo?
Él supone no tener sentidos ni cuerpo, pero descubre ser tan dependiente de su cuerpo y de sus sentidos que sin ellos simplemente no puede ser. Ya ha considerado que no hay nada en el mundo, ni cielo, ni tierra, ni espíritu, pero ahora juzga que él mismo no existe. Entonces piensa, y analiza en cuanto al pensar que, si piensa, es porque existe.
Pero hay un ser engañador que emplea toda su industria en burlarse. Entonces si resulta engañado es porque se trata de Él y, cuanto sea que lo engañe, nunca podría hacer que él no sea nada, mientras siga pensando que es algo. Descartes está seguro de que es algo, pero aún no sabe con claridad qué es. El creía antes ser un hombre y se pregunta ¿Qué es un hombre? Acaso un animal racional, pero habría luego que preguntar ¿qué es un animal y qué es racional? y así un pregunta le lleva a otra más difícil. Se fijaba primero en que tenia rostro, manos, brazos, huesos, carne, todo un cuerpo, observaba, andaba y sentía, y de todo esto se percataba porque PENSABA, relacionando todas estas acciones como actividad del alma; pero al cuestionarse lo que era el alma imaginaba que era algo raro como un viento. No dudaba de la naturaleza del cuerpo; pensaba conocerla muy bien. Al cuerpo lo describía como todo aquello que puede estar delimitado por una figura, estar situado en un lugar, ocupar un espacio; todo aquello que puede ser sentido por el tacto, la vista, el oído, el gusto, el olfato; que puede moverse de distintas formas, etc. Y de este punto regresa a la misma pregunta ¿Qué soy yo? Y sigue pesando lo mismo, que hay alguien extremadamente poderoso, maligno y astutísimo que emplea todas sus fuerzas para engañarlo. No estaba seguro de tener el más mínimo de esos atributos con los que se refería al cuerpo. Sigue pensando en su espíritu y en los atributos de la naturaleza del cuerpo y no encuentra nada que pueda decir que está en él. Entonces se sigue preguntando y piensa en los atributos del alma y repasa los atributos del cuerpo y ve si hay alguno que exista en su espíritu: NUTRIRSE Y ANDAR. Si no tiene cuerpo no puede nutrirse ni andar. ¿SENTIR?, no puede sentir sin un cuerpo aunque soñara, y en sus sueños tocara y sentiría al despertar, pero se da cuenta de que no había realmente sentido nada; PENSAR, el pensamiento es un atributo que realmente le pertenecía y el único que no puede apartarse del “Yo soy”, “Yo existo”, ésta es la idea de Descartes y es cierta ¿Cuánto tiempo? Todo el tiempo que está pensando existe; ya que si dejáramos de pensar dejaríamos de existir. Verdaderamente somos una cosa y somos una cosa existente pero Descartes se cuestiona nuevamente ¿Y qué cosa? Una cosa que piensa, y ¿Que es una cosa que piensa? Una cosa que duda, que entiende, que niega, que quiere, que imagina, que siente. Habla también de la imaginación y dice que aunque imagine y las cosas que imagina no sean verdaderas, con todo ese poder de imaginar no deja de estar en él y forma parte de su pensamiento. Todo lo que se pregunta, todo lo que siente, todo lo que ve y todas las cosas que concede es simplemente “pensar”.

A todo esta su espíritu no puede estar en los límites de la verdad. Descartes dice: sabiendo yo ahora que los cuerpos no son propiamente concebidos si no por el solo entendimiento y no por la imaginación ni por los sentidos, y que no los conocemos por verlos, tocarlos, sino solo por que los concebimos en el pensamiento, entonces con plena claridad es fácil conocer que su espíritu.

En conclusión, Descartes está seguro de que existe como un ser pensante, ya que ni el más poderoso de los dioses lograría apartarle de que tiene pensamientos.

sábado, 7 de noviembre de 2009

¿PLENA IGNORANCIA O PLENA CONCIENCIA?”



La consciencia en plena acción, según Sócrates y Platón.

 
Por Milagros Gómez
Alumna del IVES, Instituto Veracruzano de Educación Superior, Xalapa, Ver. México.
Fotografía de Amy de Evanescence por Paufeeerica, en Flickr.

Empezaré comentando sobre este gran filósofo llamado Sócrates, nacido en Atenas en el 470 a.C., y muerto en el 399 a.C., quien tuvo como discípulo a otro gran filósofo, Platón, nacido también en Atenas en el 427 a.C. y muerto en el 347 a.C. La mayor parte de cuanto se sabe sobre él procede de tres contemporáneos suyos: el historiador Jenofonte, el comediógrafo Aristófanes y su discípulo Platón. El primero, retrató a Sócrates como un sabio absorbido por la idea de identificar el conocimiento y la virtud, pero con una personalidad en la que no faltaban algunos rasgos un tanto vulgares. Aristófanes, lo hizo objeto de sus sátiras en una comedia, "Las Nubes", donde se le identifica con los demás sofistas y es caricaturizado como engañoso artista del discurso. Estos dos testimonios, matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón en sus Diálogos, en los que aparece como figura principal, una imagen que no deja de ser en ocasiones excesivamente idealizada, aún cuando se considera que posiblemente sea la más justa.
La unión de maestro - alumno entre Sócrates y Platón, provocó que ambos estuvieran de acuerdo en demostrarle a más de uno, los límites del conocimiento humano, la falta de conciencia y humildad y la soberbia del hombre para con los demás.
Por otro parte, la historia de Sócrates al lado de los sofistas, se dice que parecía una lucha interminable, puesto que los sofistas eran otro tipo de pensadores que se hacían pasar por maestros ambulantes, yendo de ciudad en ciudad, convenciendo a la gente con argumentos falsos y por si fuera poco, cobrando por otorgar dichas lecciones y haciendo creer a los oyentes que lo propuesto por ellos era algo verdadero. Poco tiempo después, no se hizo esperar la presencia de Sócrates, quien fue capaz de quitarles la máscara a estos llamados “maestros”, y de demostrarle a la sociedad la existencia de conceptos que marcan la diferencia entre lo real y lo irreal, entre la ignorancia y la conciencia. El propósito de Sócrates fue fundar una moral y un pensamiento rigurosamente objetivos y dejar a un lado esa venda que cubría y cubre hasta nuestros tiempos los ojos de muchos que aún no deciden quitársela.
En la actualidad, he llegado a ciertas conclusiones. Por ejemplo, cuando los demás creen saber demasiado y en realidad no saben ni tienen conciencia de esa ignorancia o cuando solemos vanagloriarnos de los errores de otros sin fijarnos y aprender de los nuestros.
Puedo argumentar que la misión de Sócrates es recordarnos, aún en éstos tiempos, que carecemos del saber completo, de la ilusión casi natural por aprender, de conciencia de nuestros límites con respecto al plano intelectual y que, con ello, sólo conseguimos día a día ir forjándonos un alma contaminada.
Y al referirme al término contaminada no me avoco al significado lineal de la palabra, sino al hecho de que alimentamos nuestro interior con nociones erróneas lo cual sólo nos dificulta admitir el verdadero conocimiento, lo que hace casi imposible la asimilación de la verdad.
Además, también influye que tengamos que ir adecuando nuestra conciencia a la de la humanidad, es decir, quedarnos con lo poco que ellos quieren que sepamos y peor aún, ser víctimas de manipulaciones, chantajes y “lavados de cerebro”.
El reconocimiento de la propia ignorancia, debe ser el punto de partida para constituir un saber realmente válido, es buscar poco a poco la eliminación de todo pensamiento que no esté fundamentado, de que nada puede tener valor si resulta incapaz de sostener la crítica o la razón.
Un conocimiento merecerá siempre llevar ese título, siempre y cuando pueda superar cualquier clase de crítica; ya que estamos acostumbrados a no dejarlo salir en sociedad por temor a equivocarnos o a ser criticados, aún cuando bien es sabido que la razón y el conocimiento cuentan también con esa facultad, la del error, y que si no nos atrevemos, nunca podremos clarificar o alimentar ese conocimiento y las dudas persistirán.
Platón, además, reprocha a los sofistas el hecho de que sólo enseñaban medios para alcanzar un fin, sin respetar ningún criterio de verdad y sin reparar en las exigencias de la moral. Mejor dicho, hacer triunfar el razonamiento débil sobre el más fuerte, la apariencia sobre la realidad.
Platón afirma que, “antes de nacer poseemos un conocimiento innato", y "éste con el tiempo se deteriora y sólo es posible recuperarlo a través de la reminiscencia, que es la capacidad que tiene el hombre para recordar lo contemplado en el mundo y así ser libre”, (en "La República").
Es como decir que, sólo miramos ficciones y no verdades; en caso de no romper las cadenas y ascender hacia la luz, resistirnos al deslumbramiento y contemplar al fin las ideas supremas. Las ataduras de los prisioneros en la caverna platónica (idem), les impiden mover el cuello y sus piernas, girar y darse vuelta a fin de ver el mundo desde una perspectiva distinta, equivalen a los modelos mentales que los miembros de cualquier organización tratan de imponernos para limitar así nuestro entendimiento, o sea, a nuestra capacidad conformadora de conocimiento presente, que nos conduce a dar respuestas ante un medio cambiante y sin rumbo seguro.
Platón también afirma que, “las ideas son causa de las cosas", y no por que las produzcan, sino porque constituyen su verdadera esencia; o que "sirven de modelo para las cosas particulares” ("La República"). Las cosas verdaderas parecen perder su realidad, pues son reducidas a la imitación de otras ideas y son por tanto, carentes de valor por sí mismas.
Sin lugar a dudas, el hecho de no poseer la suficiente valentía para liberarnos de la ignorancia y de ataduras, será el único “freno de mano” que nos lleve a seguir viviendo en esta caverna que nos acecha día a día.