sábado, 7 de noviembre de 2009

¿PLENA IGNORANCIA O PLENA CONCIENCIA?”



La consciencia en plena acción, según Sócrates y Platón.

 
Por Milagros Gómez
Alumna del IVES, Instituto Veracruzano de Educación Superior, Xalapa, Ver. México.
Fotografía de Amy de Evanescence por Paufeeerica, en Flickr.

Empezaré comentando sobre este gran filósofo llamado Sócrates, nacido en Atenas en el 470 a.C., y muerto en el 399 a.C., quien tuvo como discípulo a otro gran filósofo, Platón, nacido también en Atenas en el 427 a.C. y muerto en el 347 a.C. La mayor parte de cuanto se sabe sobre él procede de tres contemporáneos suyos: el historiador Jenofonte, el comediógrafo Aristófanes y su discípulo Platón. El primero, retrató a Sócrates como un sabio absorbido por la idea de identificar el conocimiento y la virtud, pero con una personalidad en la que no faltaban algunos rasgos un tanto vulgares. Aristófanes, lo hizo objeto de sus sátiras en una comedia, "Las Nubes", donde se le identifica con los demás sofistas y es caricaturizado como engañoso artista del discurso. Estos dos testimonios, matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón en sus Diálogos, en los que aparece como figura principal, una imagen que no deja de ser en ocasiones excesivamente idealizada, aún cuando se considera que posiblemente sea la más justa.
La unión de maestro - alumno entre Sócrates y Platón, provocó que ambos estuvieran de acuerdo en demostrarle a más de uno, los límites del conocimiento humano, la falta de conciencia y humildad y la soberbia del hombre para con los demás.
Por otro parte, la historia de Sócrates al lado de los sofistas, se dice que parecía una lucha interminable, puesto que los sofistas eran otro tipo de pensadores que se hacían pasar por maestros ambulantes, yendo de ciudad en ciudad, convenciendo a la gente con argumentos falsos y por si fuera poco, cobrando por otorgar dichas lecciones y haciendo creer a los oyentes que lo propuesto por ellos era algo verdadero. Poco tiempo después, no se hizo esperar la presencia de Sócrates, quien fue capaz de quitarles la máscara a estos llamados “maestros”, y de demostrarle a la sociedad la existencia de conceptos que marcan la diferencia entre lo real y lo irreal, entre la ignorancia y la conciencia. El propósito de Sócrates fue fundar una moral y un pensamiento rigurosamente objetivos y dejar a un lado esa venda que cubría y cubre hasta nuestros tiempos los ojos de muchos que aún no deciden quitársela.
En la actualidad, he llegado a ciertas conclusiones. Por ejemplo, cuando los demás creen saber demasiado y en realidad no saben ni tienen conciencia de esa ignorancia o cuando solemos vanagloriarnos de los errores de otros sin fijarnos y aprender de los nuestros.
Puedo argumentar que la misión de Sócrates es recordarnos, aún en éstos tiempos, que carecemos del saber completo, de la ilusión casi natural por aprender, de conciencia de nuestros límites con respecto al plano intelectual y que, con ello, sólo conseguimos día a día ir forjándonos un alma contaminada.
Y al referirme al término contaminada no me avoco al significado lineal de la palabra, sino al hecho de que alimentamos nuestro interior con nociones erróneas lo cual sólo nos dificulta admitir el verdadero conocimiento, lo que hace casi imposible la asimilación de la verdad.
Además, también influye que tengamos que ir adecuando nuestra conciencia a la de la humanidad, es decir, quedarnos con lo poco que ellos quieren que sepamos y peor aún, ser víctimas de manipulaciones, chantajes y “lavados de cerebro”.
El reconocimiento de la propia ignorancia, debe ser el punto de partida para constituir un saber realmente válido, es buscar poco a poco la eliminación de todo pensamiento que no esté fundamentado, de que nada puede tener valor si resulta incapaz de sostener la crítica o la razón.
Un conocimiento merecerá siempre llevar ese título, siempre y cuando pueda superar cualquier clase de crítica; ya que estamos acostumbrados a no dejarlo salir en sociedad por temor a equivocarnos o a ser criticados, aún cuando bien es sabido que la razón y el conocimiento cuentan también con esa facultad, la del error, y que si no nos atrevemos, nunca podremos clarificar o alimentar ese conocimiento y las dudas persistirán.
Platón, además, reprocha a los sofistas el hecho de que sólo enseñaban medios para alcanzar un fin, sin respetar ningún criterio de verdad y sin reparar en las exigencias de la moral. Mejor dicho, hacer triunfar el razonamiento débil sobre el más fuerte, la apariencia sobre la realidad.
Platón afirma que, “antes de nacer poseemos un conocimiento innato", y "éste con el tiempo se deteriora y sólo es posible recuperarlo a través de la reminiscencia, que es la capacidad que tiene el hombre para recordar lo contemplado en el mundo y así ser libre”, (en "La República").
Es como decir que, sólo miramos ficciones y no verdades; en caso de no romper las cadenas y ascender hacia la luz, resistirnos al deslumbramiento y contemplar al fin las ideas supremas. Las ataduras de los prisioneros en la caverna platónica (idem), les impiden mover el cuello y sus piernas, girar y darse vuelta a fin de ver el mundo desde una perspectiva distinta, equivalen a los modelos mentales que los miembros de cualquier organización tratan de imponernos para limitar así nuestro entendimiento, o sea, a nuestra capacidad conformadora de conocimiento presente, que nos conduce a dar respuestas ante un medio cambiante y sin rumbo seguro.
Platón también afirma que, “las ideas son causa de las cosas", y no por que las produzcan, sino porque constituyen su verdadera esencia; o que "sirven de modelo para las cosas particulares” ("La República"). Las cosas verdaderas parecen perder su realidad, pues son reducidas a la imitación de otras ideas y son por tanto, carentes de valor por sí mismas.
Sin lugar a dudas, el hecho de no poseer la suficiente valentía para liberarnos de la ignorancia y de ataduras, será el único “freno de mano” que nos lleve a seguir viviendo en esta caverna que nos acecha día a día.